La lírica anterior a 1936
Jon Juaristi, ABC, 15/4/12
EN breve, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas publicará Aulas con memoria. Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), un libro necesario, de autoría plural, coordinado por los profesores Leoncio LópezOcón y Gabriela Ossenbach, sobre la historia de la Enseñanza Media en la época de construcción, auge, crisis y derrumbe del Estado liberal español. La obra cubre todos los aspectos del tema, prestando una atención particular al patrimonio material que atesoran cuatro institutos madrileños. El jueves pasado tuve ocasión de visitar la sede del más antiguo de ellos, el Cardenal Cisneros, del que pude admirar sus colecciones, laboratorios y biblioteca, bajo la guía de la profesora Carmen Rodríguez Guerrero, una de las coautoras del libro mencionado, bibliotecaria y profesora del centro, y autora a su vez de un estudio histórico excepcional sobre los orígenes del mismo, publicado en 2009 por el CSIC , El Instituto del Cardenal Cisneros de Madrid (1845-1877).
Es muy difícil dar una idea aproximada del valor cultural de las piezas que componen el patrimonio de los institutos de Enseñanza Media creados en nuestro siglo XIX. Para apreciar su belleza hay que contemplar directamente las colecciones y reparar en el primor de objetos que fueron , en buena parte, fruto del trabajo conjunto de profesores y alumnos. La mayoría de la elite intelectual, científica, política y literaria de la España de Isabel II, el Sexenio, la Restauración y la Segunda República se formó en las aulas de estos institutos (y ocupó sus cátedras). Una inscripción en el rellano de la magnífica escalinata de mármol del Cisneros recuerda que allí estudiaron —entre otros muchos— Ramón Menéndez Pidal y la que sería su esposa, mi paisana María de Goyri. La profesora Rodríguez Guerrero observa que el edificio, construido bajo el reinado de Alfonso XII, fue toda una declaración material de intenciones del Estado, que ya no se limitaría, como en la época isabelina, a reutilizar para la instrucción pública los conventos incautados durante la Desamortización e invertiría cuantiosos recursos en levantar espléndidos institutos de nueva planta. Del de Bilbao, decía Unamuno, su antiguo alumno, que era la única muestra notable de la arquitectura civil de la Villa.
EN breve, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas publicará Aulas con memoria. Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), un libro necesario, de autoría plural, coordinado por los profesores Leoncio LópezOcón y Gabriela Ossenbach, sobre la historia de la Enseñanza Media en la época de construcción, auge, crisis y derrumbe del Estado liberal español. La obra cubre todos los aspectos del tema, prestando una atención particular al patrimonio material que atesoran cuatro institutos madrileños. El jueves pasado tuve ocasión de visitar la sede del más antiguo de ellos, el Cardenal Cisneros, del que pude admirar sus colecciones, laboratorios y biblioteca, bajo la guía de la profesora Carmen Rodríguez Guerrero, una de las coautoras del libro mencionado, bibliotecaria y profesora del centro, y autora a su vez de un estudio histórico excepcional sobre los orígenes del mismo, publicado en 2009 por el CSIC , El Instituto del Cardenal Cisneros de Madrid (1845-1877).
Es muy difícil dar una idea aproximada del valor cultural de las piezas que componen el patrimonio de los institutos de Enseñanza Media creados en nuestro siglo XIX. Para apreciar su belleza hay que contemplar directamente las colecciones y reparar en el primor de objetos que fueron , en buena parte, fruto del trabajo conjunto de profesores y alumnos. La mayoría de la elite intelectual, científica, política y literaria de la España de Isabel II, el Sexenio, la Restauración y la Segunda República se formó en las aulas de estos institutos (y ocupó sus cátedras). Una inscripción en el rellano de la magnífica escalinata de mármol del Cisneros recuerda que allí estudiaron —entre otros muchos— Ramón Menéndez Pidal y la que sería su esposa, mi paisana María de Goyri. La profesora Rodríguez Guerrero observa que el edificio, construido bajo el reinado de Alfonso XII, fue toda una declaración material de intenciones del Estado, que ya no se limitaría, como en la época isabelina, a reutilizar para la instrucción pública los conventos incautados durante la Desamortización e invertiría cuantiosos recursos en levantar espléndidos institutos de nueva planta. Del de Bilbao, decía Unamuno, su antiguo alumno, que era la única muestra notable de la arquitectura civil de la Villa.
Pero el esmero que puso el Estado liberal en la Enseñanza Media contrastó con el descuido de la Primaria, que había proclamado obligatoria y gratuita. Los institutos se crearon para las elites mesocráticas, entre las que todos los Estados de la época, no sólo el español, reclutaban sus dirigentes. Hoy, cuando el vendaval de la desamortización sacude al propio Estado, se revela como una utopía destructiva la política igualitarista que ha despilfarrado en vano el capital público tratando de elevar toda la población al nivel de las elites, con el resultado de la desaparición de toda elite posible en una absurda nivelación a la baja. Lo que se necesita es una enseñanza pública verdaderamente meritocrática y justa que recompense el esfuerzo de los mejores, cualquiera que sea su origen social. Ésta es la conclusión obvia de cualquier consideración desapasionada de las luces y sombras de la historia de la Educación en España.
Jon Juaristi, ABC, 15/4/12
Concretamente al autor pretende plasmar el problema del sexismo en la lengua española. En contra de dicho sexismo argumenta que la lengua puede cambiar conforme cambia la política o incluso la ideología de la sociedad. Pone como ejemplo la influencia del régimen franquista en la gramática o la libertad de expresión debido a la censura. Así como el cambio en la lengua con la evolución ideológica, ya que comparada con la de hace 20 o 30 años es mucho más liberal en algunos ámbitos.
Pero esas son facetas de la vida que duran unos años y luego vuelven a cambiar. Sin embargo, el sexo es algo innato en nosotros, es algo permanente.
Todos somos conscientes de que por mucho que por mucho que la sociedad piense que ha avanzado en cuando a la desigualdad entre hombres y mujeres, aún hay discriminación y desigualdad entre ambos.
Esto se refleja en la lengua en ciertas palabras que según el género al que se refieren llevan connotaciones positivas o negativas. Esto no es algo que deba pasarse por alto, pues es un claro ejemplo de desigualdad. Algunas veces usamos esas palabras inconscientemente, es decir, sin saber realmente lo que su uso conlleva. Esto demuestra que somos los primeros que aceptamos la existencia de dicha desigualdad, pues podemos decir que las palabras con el reflejo de la mente.
Estoy de acuerdo con que el sexismo no debería existir en la lengua, pero desde hace poco ese afán de igualdad se está llevando a unos extremos que considero un poco absurdos.
Como ejemplo podemos poner el cambio realizado en los semáforos. Personalmente, no me siento discriminada porque en un semáforo no aparezca la imagen de la mujer con la falda. Principalmente porque las mujeres también nos ponemos pantalones y podemos sentirnos igualmente identificadas.
En definitiva, el autor termina la critica hablando de una solución para este problema. Es cierto que si realmente queremos erradicar ese problema del lenguaje, los primeros que debemos cambiar somos nosotros, tanto el hombre como la mujer.
Pero bajo mi punto de vista, el principal problema de la desigualdad entre sexos no radica en la lengua. Todos podemos ver cada día en la televisión que hay miles de mujeres maltratadas y otras tantas asesinadas por manos de los hombres, con la simple excusa de "ser superiores"( también se dan casos de maltrato de mujeres hacia hombres, pero es menos frecuente).
Que haya personas indignadas porque no se diga cada palabra en el género femenino y en el género masculino realmente es algo absurdo. Deberíamos hacer también tanto esfuerzo por todas esas mujeres y hombres que por culpa de esa desigualdad han perdido la vida o aún viviendo, no saben lo que es vivir.